Voy a apelar al poder de tu imaginación para extraer algunas lecciones importantes sobre inclusión, equidad y privilegios a través de una analogía.
Imagínate a dos animales en una sala: Un elefante y un ratón.
Si fueses ese elefante en la sala, ¿cuánto necesitas saber del ratón para tu supervivencia? No mucho. La fuerza de una de tus patas sería más que suficiente para aplastar al minúsculo ratón. Incluso si no fuese tu intención, un paso en falso podría terminar con la vida del roedor.
Por otro lado, si fueses el ratón en la sala, ¿cuánto necesitarías saber sobre el elefante? Prácticamente todo. Necesitarías predecir todos sus movimientos, conocer sus hábitos, anticipar sus rituales y costumbres. Sus decisiones y “caprichos”, determinarán en gran medida la forma en que llevas tu día a día.
¿Qué nos dice esta parábola sobre las dinámicas entre los grupos dominantes (privilegiados o mayoritarios) y los grupos no-dominantes (no-privilegiados o minorías) en el ambiente laboral? ¡Mucho! Laura Liswood, en su libro “The Loudest Duck: Moving Beyond Diversity while Embracing Differences to Achieve Success at Work”, nos cuenta que el elefante es fuerte y confiado, pero no siempre es consciente del impacto de sus acciones en los demás. Por su parte, el ratón, aunque pequeño, puede llegar a ser muy ágil, y además, bastante perceptivo sobre su entorno y las desigualdades existentes. En el lugar de trabajo, existen normas y formas de comportarse que son naturales para el grupo dominante, sin embargo, para que la diversidad prospere, estos elefantes necesitan ser conscientes de que sus experiencias no constituyen la realidad de todas las personas en la organización. Es fundamental que puedan cambiar su propia perspectiva para comprender las contribuciones que pueden hacer los ratones con sus habilidades y perspectivas únicas. Adicionalmente, los ratones tienen que tener el espacio y la voz para hacerse escuchar, de manera que prosperar en la organización no dependa del azar o de los caprichos de los elefantes.
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El concepto de privilegio está cargado de connotaciones negativas en los años recientes, pero ser “el elefante” no es algo que debería generar ningún tipo de vergüenza. Ser un elefante no significa que las cosas hayan sido fáciles y llenas de lujos. Simplemente significa que las cosas se han configurado para que funcionen de acuerdo a tu identidad. Eso te ofrece una ventaja sistemática, que debe aprovecharse para promover mayor inclusión. Es una reflexión, no un juicio. Es un hecho que debe reconocerse para poder asumir la responsabilidad. No es justo pedirle (o enseñarle) al ratón a cómo evitar ser pisado. Necesitamos trabajar con los elefantes.
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Esto es lo que busco desafiar en mis talleres de inclusión: mirar las cosas que hemos visto miles de veces, desde una perspectiva nueva. Todos somos elefantes en algún aspecto de nuestra identidad, y si quieres ser incluyente, debes preguntar a los ratones: “¿Qué necesitas y cómo puedo apoyarte?”.
Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
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