Las iniciativas de Diversidad & Inclusión continúan ganando notoriedad en el mundo corporativo internacional. Sin embargo, el significado de tener una cultura verdaderamente inclusiva suele variar mucho entre las organizaciones. Una forma de comprender mejor de qué hablamos cuando hablamos de inclusión, es comprendiendo el concepto de exclusión. Para ello exploraremos por qué las personas se sienten excluidas y qué consecuencias implica en su mentalidad a lo largo del tiempo.
La exclusión se puede activar de diversas maneras. Desde una persona que utiliza el celular en el medio de una conversación, hasta notar que alguien no te saluda al cruzarse contigo en el pasillo. Las prácticas organizacionales que excluyen suelen ser más comunes y frecuentes de lo que pensamos. Algunos ejemplos:
1. Un campeonato de fútbol solo para hombres. Mujeres excluidas.
2. Campeonatos de fútbol como única actividad recreativa de la empresa. Empleadas y empleados que no les gusta el fútbol, excluidos/as.
3. Prácticas de reclutamiento enfocadas a una sola universidad. Estudiantes de otras universidades excluidos/as.
4. Ofrecer días festivos sólo para las personas creyentes cristianas. Practicantes de otras religiones excluidos/as.
5. Una licencia por tener hijos sólo para madres. Padres excluidos.
En última instancia, la exclusión proviene de la sensación de no sentirse valorada/o o bienvenida/o. Si esto ocurre de manera recurrente durante un período de tiempo, se desarrolla una nueva mentalidad. Rajkumari Neogy, fundadora de iRestart, la llama la “Zona de Exclusión”. Si bien estas mentalidades se generan cuando una persona es excluida, con el tiempo llevan al individuo a excluir a otras personas, resultando en una profecía autocumplida.
Esta zona comienza con la dependencia emocional y la victimización. La dependencia emocional surge de la creencia de que es el deber de otra persona satisfacer nuestras necesidades, y que esa persona no está cumpliendo con su responsabilidad. La victimización es una sensación de impotencia y un anhelo de reconocimiento. Experimentar cualquiera de estas sensaciones causa daño, tanto daño que es posible registrar dolor físico en el cerebro. Al intentar evitar este dolor por puro instinto de auto-preservación, se suelen adoptar actitudes de superioridad similares a las que han sido víctimas, llevándolos a excluir, a su vez, a otras personas.
Con el objetivo de romper esta mentalidad de exclusión, debemos hacernos conscientes de nuestras propias zonas de exclusión. Si no rompemos el ciclo, la exclusión se viralizará hasta crear una cultura organizacional de la exclusión. Por esto es importante reconocer que todas y todos estamos en alguna zona de exclusión, y reflexionar sobre qué actitudes se están generando en nuestra persona. Cuando alguien comparte sus experiencias sobre la zona de exclusión en la cual vive, se abre la invitación a que otras personas también compartan. Consecuentemente, las personas se vuelven más conscientes de cómo podrían estar excluyendo, la mayoría de las veces sin darse cuenta.
Para crear un ambiente verdaderamente inclusivo, debemos comprender totalmente las zonas de exclusión y cómo las personas necesitan satisfacer sus necesidades. Neogy afirma: “No es posible sentirse completamente incluido/a hasta no comprender donde se está activamente excluyendo a uno mismo y a los demás”. Mientras que todas y todos tenemos algunas necesidades básicas similares, el cómo queremos satisfacer esas necesidades es algo único. La inclusión consiste en personalizar la manera en que se satisfacen las necesidades de los demás. Esto exige un compromiso constante para crear relaciones y confianza a través de una comunicación empática. La buena noticia es que mientras la exclusión es dolorosa, la empatía puede eliminar el dolor.
¿Qué tan inclusiva es la cultura de tu organización? ¿Cuáles son las zonas de exclusión presentes en tu empresa?
Por Marcelo Baudino
Consultor y formador intercultural
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